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jueves, 27 de diciembre de 2012

Quilmes, Buenos Aires: Raptada por un plato (1968)

De lo que fue la famosa oleada de 1968 rescatamos éste pintoresco hecho, investigado por el notable investigador Roberto Banchs, y publicado en la web de VISIÓN OVNI, a quienes felicitamos por incluir en sus páginas material como el que aquí presentamos.

Protagonista de “un fabuloso episodio en el que realidad y ficción se entremezclan por igual”, una vecina de Quilmes (localidad situada a 20 km de la ciudad de Buenos Aires), aseguró haber viajado en un plato volador. El hecho habría ocurrido el martes 2 de julio de 1968, Y su relato fue conocido en las ediciones matutina y vespertina del popular diario Crónica, de Buenos Aires, del 4 de julio. En la primera se refiere al carácter serio y excelente concepto que goza en el vecindario, incluyendo unas breves declaraciones de su médico de cabecera. Al día siguiente, será el diario El Sol, de Quilmes, el que transcribirá -en medio de la repercusión pública- el extenso testimonio de la viajera espacial, Alejandra Martínez de Pascucci:



“El martes a la noche, había salido a ver a una amiga, la señora Hildegard Saudner. A eso de las ocho y media de la noche ya volvía a la casa[1]. Como siempre, venía cami­nando cuando al llegar a la esquina de Alvear y Saavedra, me puse fuera de sí, como a­traída por una fuerza magnética. No podía resistirme a nada. Sabía que no era yo, y que algo me estaba pasando, como si me influenciaran. No podía gritar ni hablar. Esta­ba dura, inmovilizada, pero no perdí el conocimiento. De pronto vi una luz que me encegueció, y después no puedo explicar cómo, me encontré a bordo de un aparato, que sin duda era un plato volador, por las ventanillas. Adentro todo era blanco, de una limpieza total, con ventanillas, que despedían toda clase de colores.


Esquina de su casa, allí Alejandra Martínez fue enceguecida por una potente luz.

“Un silencio total. Lo que sí sentí, fue cuando comenzamos a e­levarnos del suelo. Yo me encon­traba como fuera de mí, no respondía. Sólo me acuerdo que pensé en mis hijos y dije ‘¿Y mis hijos?’. No puedo precisar si pensé, o di­je algo, pero estaba dura…
“Adentro del plato se adver­tía un calor tremendo; creo que si continuaba allí me asaba. Esta pulsera de oro que tengo me quemaba, se había puesto rara, diría quemante”.
Cuando se le preguntó sobre el diámetro del aparato, dijo: “y debería ser de unos tres metros y medio. Aunque no puedo precisar nada con exactitud. Imagínese mi estado, mi desesperación, porque yo no sé qué podría haber pasado conmigo. Lo que sí siempre traté de ponerme calma, y serena, por­ que ya perdida por perdida… no tenía otro remedio”.
Pero quizá donde el relato se torna cada vez más fantástico es con respecto a los tripulantes de la extraña nave: “Cuando el a­parato tomó altura, vi a dos personas que indudablemente no eran de nuestra Tierra. Tenían un aspecto luminoso. No puedo describir con perfección porque todo el ambiente dentro de la nave era destellante, casi enceguecía. Uno de los desconocidos medía más de dos metros, mucho más, y el otro también era alto, pero no tanto como el primero. Por la forma de comportarse se advertía la superioridad del mayor sobre el otro. Hasta tuve la sensación que uno podría ser el varón y el otro la mujer. Eso lo intuyen sólo las mujeres como yo. Ellos hablaban o algo así, se hacían señas, movían la cabeza, pe­ro no pude advertirles la cara. Francamente no pude. No sabía decir si eran rubios o morochos, pero me parecían que no eran de aquí. El único movimiento que hacían era pi­sar (caminaban como con un defecto) una especie de botón que se encontraba en el medio del plato, en el suelo. Con eso movían el aparato. No me dijeron nada ni vi nada más. Siempre con el miedo que tenía trataba de no perder el dominio sobre mí misma. Después como había sido absorbida por el aparato, fui arrojada. Esto no se explicar muy bien, lo que sí me acuerdo es que me arrojaron sobre la tierra. Caí en el cementerio de Ezpeleta (NdR: distante a unos 4 km). Y allí también sufrí un terrible miedo, mirando tantas cruces. Ahora quiero contar, como es de mala la gente, cuando uno necesita auxilio. A los vecinos del cementerio acudí diciendo que quería volver a la casa. Pero nadie me llevó el apunte. Me trataron como si estuviera loca. Después conseguí un taxi que me trajo a casa, pero no me cobró. Me olvidaba decirles que los tripulantes despedían desde las manos y pies, luces como si tuvieran focos”.


Regreso macabro. Entrada del cementerio de Ezpeleta


Habla entonces -para El Sol- el hijo mayor, Carlos Atilio Pascucci, de 17 años, un joven rubio, bastante aplomado según el diario. “Cuando llegó mi mamá, me ocurrió al­go muy extraño. Yo estaba con algunos amigos en la casa, y todos escuchamos el ruido de un zumbido, pero no de un taxi. Pero no se qué pasó y no salí. Algo muy extraño. Yo también creo que el taxista no era tal. ¿Cómo no va a querer cobrar un viaje de Ezpeleta hasta aquí? También usted sabe que apenas mamá bajó del auto, se quemó el foco del alumbrado público, y antes otros dos más en la esquina donde, según dice, el ovni la raptó. Además en la esquina está un agujero de unos veinte centímetros de diámetro, y unos 30 de profundidad. El pasto también quedó chamuscado. Eso no había antes. Ahora con la lluvia no se puede ver bien…”.

A pesar del generoso espacio que destina el periódico de Quilmes al relato aluci­nante de la presunta viajera, señalando que lo hace con mucha convicción y sin aparente contradicción, aunque se la nota muy sensibilizada, la redacción del diario se muestra cauto en sus impresiones, dejando que “el lector opine como quiera”, y finaliza con un comentario de la testigo, a modo de copete de una de sus fotografías: “¡Claro que viajé en un plato volador! ¡Esa es la pura verdad! ¿Para qué mentir? (l).



LA INVESTIGACION

La inclusión de una síntesis del caso en un boletín del CEFAI (2) impulsó la rein­vestigación del mismo por parte de algunos ufólogos, que no dudaron en descalificar la probidad de Alejandra Martínez de Pascucci[2] (3).

En octubre de 1986 fuimos a Quilmes con el fin de realizar una comprobación personal en el lugar de los hechos. Para entonces, la testigo se había mudado de su casa en la calle Alvear al 200, una zona densamente poblada con viviendas de una y dos plantas.

En cambio, aún residían muchos vecinos que mantenían indeleble el recuerdo del episo­dio y las peripecias de su eventual protagonista. Su vecina lindera, Delia Weber, nos dice sin tapujos apenas iniciada la charla: “¡Noo! Fue todo mentira. Interésense, pero de alguien que esté más…, vayan a donde vieron de verdad. Para mí estaba borracha y crearon un… Miren, ahí vive una señora, pregúntenle también a ese señor allá -señalando a un hombre mayor, a la vista-. Ella bebe mucho, ¿qué perso­na tomada no ve cosas?”. El vecino se acerca al notar que lo marcaban. “¿Qué se sabe del plato volador de Alejandra, se acuerda?”, le interroga la mujer: “Que es un boleto (cuento) más grande que una casa; que no había nada -responde-. Parece difícil que el plato volador se haya posado, allá, en la esquina. Y las marcas que había eran, sí, de fuego, pero no de un ovni. ¡Pero qué! Es un pedacito de tierra, acá nomás, en la esquina (NdR: Efectivamente, se trata de un pequeño lote urbano ubicado en la esquina de Alvear y Saavedra). Y después, el muchacho que hizo venir todo eso -del periodismo- era muy jaranero. Ella decía cualquier cosa, ¡bah!, hablaba y hablaba. Fue una cosa como cualquiera, pero cuando supe quién era la que hablaba, ni le llevé el apunte. En el vecindario, ninguno. Nadie. Tampoco nadie vio algo esa noche, absolutamente nada; nada hasta el otro día en que empezaron a venir de los diarios, televisión.

“Mi nombre es Raúl Jamargo y le digo: no creo. Más conociéndola a ella, y yo la conocí. Le daba por cualquier cosa, tomaba mucho. A ella no le creo nada, y menos lo que contó. Y después conocí al muchacho que hizo venir todo, no me acuerdo su nombre… pasaron muchos años, él le tomó el pelo, le hizo promoción para el otro chico que quería entrar en televisión. El más chico, cantaba, bah, hacía la mímica. Era el menor, Carlitos, el otro era Miguel. Quería entrar en televisión. La mujer era buena, pero tenía la desgracia; por eso lo del plato nadie se lo creyó”.



Amplio descampado, lindero al cementerio, donde Alejadra Martínez fue dejada por el plato volador.

Interviene nuevamente la vecina Delia Weber: “Dicen que los chicos habían quemado con fuego (el baldío). Fue toda una tramoya (enredo, embuste) que armaron. Porque jus­tamente el chico quería entrar en televisión Para cantar. Y entonces hicieron todo un globo. Además, un muchacho que le gustaba embromar llamó a Crónica. Pasa que la mujer tomaba mucho. Ahora mismo, van y a lo mejor la encuentran borracha y mascando tabaco, y les va a decir cualquier cosa. Acá la estimaban. El marido es un buen hombre, los chi­cos también”.

Otra vecina, Olga Koljivrat, pasa a nuestro lado y es participada al diálogo. “Mi­re -dice-, todo eso fue, todo en vano. No era nada cierto. Ella tomaba y se inventaba cosas. Ella quería meter a un hijo… Ella quería estar en la trenza, entrar en televisión para poder hacer entrar al chico. ¡Y finalmente entró! Estuvo haciendo imitación un tiempo, en Sábados Circulares de N. Mancera. Nadie vio nada. Son todos cuentos de ella. Ahora tiene los hijos grandes, solteros, viviendo en la casa, y las mellicitas que (tuvo después) ya son señoritas. Ella siempre inventaba, inventaba cosas… Con eso del ovni vinieron muchos periodistas. Al último, le dije: ‘Mire señora, son todos cuentos’. Como a los dos años, su hijo le comentó a un muchacho amigo, que es también de mi sobrina: ¡No! Si son grupos (Arg. lunf.: embuste, mentira), si fuimos yo con mi mamá, y quemamos, para entrar en la trenza de la televisión”.

Era fácil advertir de qué manera la imagen de la testigo propendía a la increduli­dad general. Como ha sido señalado, por supuesto que la constatación de estos rumores no constituye una prueba irreducible de que haya urdido un fraude, pues, con frecuencia la vecindad suele juzgar sin razón o con excesivo rigor a quienes alborotan su condominio. Al menos, la soltura de palabras y la firmeza de los argumentos respecto de la pobre mujer, francamente nos sorprendió. A fin de cuentas, sólo veníamos a investigar un caso

Con la indicación de los vecinos, rápidamente localizamos el nuevo domicilio de doña Alejandra, a trescientos metros del anterior. Sin transponer el umbral, nos atiende con actitud recelosa, de sospecha o temor. Al conocer el motivo de nuestra visita, se negó a hablar y continuó repitiendo su negativa durante treinta segundos, mientras permanecíamos expectantes frente a ella: “Nooo, no, no, no”. Por ingenua que parezca la pregunta, ¿qué nos quería decir la testigo? Finalmente, precipitó una respuesta menos ambigua: “No, no. Eso del plato volador fue todo mentira mía, eso”. Su reparo inicial se convirtió en negar la verdad de su historia.

Luego de su respuesta y, quizás, ante nuestra mirada de asombro, reafirmó: “Sí, eso sí”. Atenta a lo que ocurría en el interior de su casa, agrega: “Ahora yo ando bien, gracias a Dios. Hace treinta y cuatro años que vivo en el barrio; en esos momentos yo tendría como 40 años, 39 o 40” (NdR: Según Crónica tenía 47, y para El Sol, 42). Y justificando su presura por ir al dentista, rehuyendo del tema que nos convocaba, no sería necesario insistir o ahondar sobre lo que estaba dicho.



No, no. Eso del plato volador fue todo mentira mía, dice doña Alejandra.

Aún así, podría sospecharse que Alejandra Martínez de Pascucci recurrió a una artimaña para desembarazarse de una incómoda situación, pero el cúmulo de evidencias testimoniales y comprobaciones se han descargado para mellar la porción de realidad que el caso pudiere tener.

REFERENCIAS


(1) El Sol, Quilmes, 5 julio 1968, ps. 1, 8/9.

(2) Banchs, Roberto. “Segundo Anexo del libro Los ovnis y sus ocupantes”, en Boletín CEFAI, n° 10, Buenos Aires, 1980, ps. 1/2.

(3) Chionetti, Alejandro y A. Agostinelli, “El ‘rapto’ de Quilmes: La componente etílica”, en UFO Press, VI: 19, Buenos Aires, enero-marzo 1984, ps. 27/30.

● Otras referencias sobre el episodio, citadas en Banchs case references, de Richard W. Heiden:

- Crónica, Buenos Aires, edic. mat. y vesp., 4 julio 1968. Una edición (no especifica cuál) es citada en: Flying Saucer Review, London, 14:5, sep.-oct. 1968, p. 28; reimpresa en:

- Charles Bowen, ed., Encounter Cases from F1ying Saucer Review, A Signet Book, Dec. Number 5, september-october 1969, Maidstone, p. 54.

- UFO Chronicle, Vigo Village, Kent, England, 1:1, dec. 1968, p. 17 (muy breve, no ref., fecha 3 julio).

- Saucer Scoop, 4:1, April 1969, p. 6, citando UFO Chronicle.

- Boletim SBEDV, Río de Janeiro, n° 42-44.

- Hector P. Anganuzzi, Historia de los platos voladores en la Argentina, Plus Ultra, Bs. As., 1976, ps.157/158.
[1] Curiosamente, a esa hora concluía la serie Hechizada, por canal 11, una de las cuatro emisoras de TV local.

[2] La exitosa encuesta llevada a cabo en septiembre de 1981 por A. Chionetti y A. Agostinelli, mórbidamente titulada, presentaba -empero- algunas insuficiencias a la postre importantes, ya que no habían podido grabar las declaraciones de la testigo y olvidaron pedir el nombre a los vecinos consultados.

1 comentario:

  1. Hola, Carlos. En este caso, yo al final preferiría quedarme con la DUDA razonable. Considerar ese testimonio humano como una alucinación etílica o un fraude, me parece bien posible pero algo despótico. De acuerdo conque el onvílogo de turno debería tomar las máximas precauciones ante la credibilidad de personas presuntamente alcohólicas y mal consideradas por el vecindario, como es el suceso, sobre todo si los hechos denunciados rayan en la absurdidad. Ahora bien, el criterio de llegar a pensar que alguien pueda inventarse una historia ridícula o tan extravagante como la que se desprende de ese artículo, con idea de que esa señora pudiera acceder a algún programa de televisión para asi facilitar trabajo a un hijo en paro, casi me parece más absurdo que la propia historia que la señora Alejandra Martínez relató en su momento a los medios de comunicación. Aunque puedo comprender perfectamente que los escépticos o negacionistas del tema OVNI se puedan aferrar a ello para desvirtuar el caso. En fin, que me queda sinceramente la duda sobre la realidad o fantasía del evento que publicas, por otra parte referido a la famosa oleada OVNI de los años 1.968-69, ocurrida en Sudámerica y España, donde se reportaron numerosos aterrizajes de OVNIs y visión de humanoides. En fin, lo dicho. Saludos desde Alicante (España).

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