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domingo, 4 de noviembre de 2012

Salta. De ovnis, mitos y otras historias en Cachi

En los Valles Calchaquíes, un pueblo rodeado de montañas que hace culto de la vida tranquila                     
                                                                                                         Por Patricia Gallardo  | LA NACION


Lo primero que llama la atención en la entrada a este pueblo salteño es la falta de edificios altos. Los colores claros de las casas bajas de adobe y piedra se acomodan confortables entre los verdes, rojos y marrones de la naturaleza. El cielo inmenso y los picos del Nevado de Cachi al fondo le dan el marco perfecto. Estamos a 157 km de la ciudad de Salta, y a distancias luz del ruido de las metrópolis: se agradece. La ansiedad disminuye y aunque no se está seguro si es por la temperatura o por la altura (2280 metros sobre el nivel del mar), la inserción con el lugar es inmediata.

El poder de observación se agudiza y la percepción de las palabras cobra mayor sentido. "Si no viniste a Cachi, no conocés Salta", afirma categóricamente Gustavo Bergesi, un cacheño por elección tan enamorado de la región que no tarda en explicarse. "La provincia tiene una gran diversidad de paisajes, geografías e idiosincrasias, no es lo mismo el Chaco salteño que Cachi o la Puna. Hay como varias provincias en una, pero el salteño típico tiene que ver con el valle, sobre todo Cachi, La Poma, Molinos, la raíz profunda de Salta."
Gustavo conoció Cachi a los 12 años cuando su tío, amigo del cura del pueblo, lo trajo. Encantado con la región, apenas se recibió de médico y luego de realizar una rápida experiencia en su especialidad se mudó con su familia -del 84 al 91- a una casa que hoy es el hotel boutique El Cortijo. Acogedor, refinado y decorado con gran gusto en sus instalaciones no faltan los detalles autóctonos ni las obras de arte, pero sí los televisores. Ni adentro ni afuera de las habitaciones, claro que si alguien entra en pánico puede pedir uno en su cuarto, ¿pero quién podría quererlo? Con el acceso a Wi-Fi es más que suficiente para aquellos que no se animan a desconectarse por completo.
"Era 1993 -explica Bergesi- y la intendente actual (y de entonces) nos consulta por qué tenemos la casa cerrada mientras vivimos en Salta, por qué no nos animamos a abrirla para recibir turistas. Y ahí lo vimos: está armada, tenemos las sábanas, las cortinas, los cubiertos, todo. Abramos. Y bueno, así comenzamos y nos seguimos ampliando. En 2000 agregamos habitaciones y baños. En 2006 el restaurante El Catalino -con comida gourmet andina y vinos locales-, y ahora estamos haciendo pileta de natación y tres habitaciones más. En realidad me paso la vida construyendo y arreglando, por algo soy cirujano plástico."
Tardes de siesta
El ritmo del pueblo absorbe a todo aquel que pisa su suelo. A las 15 es casi inexistente la cantidad de gente que uno puede cruzarse al caminar por la plaza. Es la hora en la que los artesanos suspenden su jornada (la retomarán a las 17, bueno, más o menos), y las personas del pueblo se entremezclan con los turistas que son mayoría. En Cachi no hay prisa. No existe la prisa.
Y así se vive en este lugar del mundo en el que por su tranquilidad parecería que en algún momento algo va a pasar. Y pasa. Como esa tarde en que algunos se preocuparon porque un ¿loco? estaba prendiendo fuego en la calle. En realidad era Francis Mallmann y su carro-cocina ambulante que ha llevado por el mundo (sí, el mismo que estuvo en París), pero que es bien local. Fue diseñado especialmente por tres artesanos de Cachi.
La biblioteca está abierta y vacía. Eva aprovecha para pasar el plumero y contar que ahora hay mucha más gente que antes -aclara con la mirada puesta en la plaza donde un par de personas sale de la heladería y otro más toma un trago en Oliver Café, el bar por excelencia del lugar- y que muchos son extranjeros, de Buenos Aires (sí) y de distintos países europeos. Y si bien no se nota mucho en esta época, sí se nota en verano cuando los que se fueron a estudiar vuelven.
Este es un buen momento para recorrer y recomienda ir hasta el cementerio, desde el cual se puede tener una gran vista panorámica del pueblo, de día, o descubrir el poder con el que iluminan las estrellas, de noche. O seguir camino -en el transporte que más se desee- y conocer Cachi Adentro -a 6 km- o Las Pailas, zonas donde la gente vive de sus cultivos y animales. Donde se ven los ladrillos de adobe secándose al aire libre. O enfilarse hacia La Poma, "donde vive Eulogia", comenta enseguida para empezar a cantar: "Porque te roban Eulogia, carnavalenado" y sigue. "El Cuchi Leguizamón y Manuel Castilla le compusieron esa canción cuando la conocieron en su casa, ella les contó que le habían robado los animales cuando se fue a carnavalear. Es la del tema La Pomeña", aclara para despejar dudas.
Creer o no creer
Las anécdotas son varias y abarcan todas las áreas. Lo paranormal, lo cotidiano, la mitología del lugar, es la cachi (sal en lengua cacana) que le pone color a sus vidas. Rogelio y Antonio, artesanos de 25 y 39 años, no se ponen de acuerdo entre los mitos y las leyendas que cuentan. La Mula Ánima -el alma en pena de una mujer que mantuvo relaciones sexuales con un sacerdote (puede cambiar el con quién según quien la relate)- es muy creíble para Antonio, que reconoce que antes se practicaba la magia negra. Inverosímil para Rogelio, que prefiere creer en El Duende que nace cuando alguna mujer aborta y que la persigue por siempre.
Pero ambos coinciden en la existencia de ovnis. Rogelio da fe que vio uno en el campo de los abuelos cuando era chico, y de paso recomienda ir al Ovnipuerto (que está cerca de la pista de aterrizaje para vuelos privados que hay en Cachi, camino al cementerio), construido por un ciudadano suizo que se pasea por las calles vestido con una chaqueta negra larga. Y no es el único. El cirujano Bergesi también tuvo tres experiencias con ovnis: "Muchísima gente los ve. No puede ser otra cosa, una de las veces era una luz muy grande y se movía con movimientos que una máquina humana no podría hacer, armando ángulos rectos, dominando la inercia, la velocidad y la gravedad, es una tecnología distinta. Yo no puedo decir que sean extraterrestres, pueden ser fenómenos terrestres que no conocemos, como hay tantos. Lo que sí creo es que esta es una zona energética especial. Creo que el Nevado de Cachi, todo el pueblo, es una zona de talismanes. La tierra los tiene como el cuerpo humano posee los chakras, entonces son flujo de energía donde la comunicación con la estratosfera es mucho más fácil. Para descubrirlo hay que venir con tiempo", asegura. Habrá que tomar nota.

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